lunes, 3 de enero de 2011

Sin barreras

Año nuevo, historias nuevas.

Les deseamos un feliz 2011 a todos nuestros lectores. Luego de un largo receso retornamos con nuevas historias anónimas.

Te invitamos a que nos cuentes esas historias que no te atreves a decir públicamente. Este es el espacio para ello. Un cordial saludo y éxitos en el 2011.

-- Equipo Soy Anónimo
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Para escuchar mientras lees...




Me rehusé a hablar de sentimientos por un buen tiempo, también incluso a escribir sobre ellos. Igualmente me rehusé a involucrarlos y decidí dedicarme al encuentro casual, al no compromiso, a la no necesidad de mañana, al no interrogante de futuro; eso me resultaba atrayente, fácil y sobre todo me permitía resguardarme dentro de mi caparazón, erigir cada vez más las barreras que fui construyendo alrededor mío.

Y bien dicen que la vida da muchas vueltas, vaya que lo comprobé cuando de a pocos alguien fue derribando mis barreras, sin que me diera cuenta, y sólo lo noté cuando quizá ya no existía ninguna.

Todo empezó algunos meses atrás, cuando en el ánimo de un simple comentario, casual, e incluso hasta sin intención seria, nos prometimos bailar una pieza, “deuda” que dio paso al intercambio en cuanto a otros temas. Se fue construyendo algo simple, y que a la larga se puede compartir, no con cualquiera, pero sí con varias personas: una buena conversación, afinidad de intereses, etc.

Nunca lo vi, pero durante esos meses, por alguna razón me sentí profundamente cómoda dejando entrar a mi vida a alguien con quien nunca había tenido un acercamiento personal. Así fue sabiendo cosas de mi vida y yo de la suya, poco a poco se convirtió en alguien de confianza, éramos casi cómplices, amigos que se guardaban la espalda, que se demostraban lealtad a toda costa.

No paso mucho tiempo, pero tampoco fue inmediato, digamos que algo así como lo que denominan “término medio”, para que surgiera el deseo y a la vez se planteara la inquietud mutua de conocernos. Mis recelos, cosas que había decidido, políticas que había establecido respecto a mi trato con las personas (esencialmente con el sexo opuesto), y que atendían precisamente a las barreras que construí a mi alrededor, hacían que la idea no fuera primordial para mí. Sin embargo, los antecedentes de nuestra relación “a distancia”, me animaban a arriesgarme, a ver qué podía suceder.

Pensando en que podía ganar o perder por completo, me aventuré al encuentro personal. Se trataba de una reunión social, donde estarían bastantes personas después de todo, así que iba con la idea de conocer a un nuevo amigo, con quien ya en nuestras circunstancias de trato previo, me sentía muy a gusto.

Resulta extraño y de hecho motivo de cuestionamiento moral para algunos, que una persona, y hasta puede decirse que por prejuicios a nivel machista, una mujer se atreva a considerar como una posibilidad el conocer a alguien de esta manera, y más allá de eso que en una “primera cita”, sucedan cosas como las que sucedieron…

¿Pensé alguna vez en un beso con él, en un primer beso con él, durante la parada del semáforo? Nunca pasó por mi mente, simplemente sucedió y aunque suene a cursilería (otro de los asuntos que había decidido abandonar), el mismo momento escogió como por arte del “azar” su propio acompañamiento musical. Indiscutiblemente lo primero que te domina no es más que el resultado de la calentura, y en ése punto del acercamiento, que aún es muy vago/escaso, es eso lo que te lleva a querer seguir besando.

Esa noche solo hubo besos, besos que tienden a salirse de control, sí, pero que finalmente jamás lo hacen. No quise cometer el mismo error del pasado, algo hacía que quisiera evitar a toda costa repetir historias fallidas. Y sí, a la larga en esta instancia era algo tan casual como cualquier otra experiencia, pero algo que no sabría explicar despertaba mi interés en querer prolongar las cosas.

- Continuará -

Anónimo

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